En mis días de analista en un banco, nuestro flujo de trabajo fue mapeado eficientemente con Microsoft Project. Más tarde me trasladé a una consultoría, donde una herramienta de gestión interna basada en PRINCE2 vinculaba nuestro trabajo con el software de facturación. Pero a pesar de la sofisticación, aún teníamos actualizaciones de proyectos que fluyen a través de un sistema completamente diferente. Más frustrante aún, la constante transición entre el software de gestión de proyectos (PMS) a menudo se culpaba de las pérdidas de eficiencia. Al dejar la empresa, una nueva palabra de moda resonaba por los pasillos - Gestión Total de Costos (TCM). Prometió reemplazar y superar nuestros sistemas PRINCE2. Regresé unos años más tarde como contratista, y ese gran cambio fue simplemente una fachada. El encanto que rodeaba a TCM había desaparecido, abriendo paso a otro debutante: Team Foundation Server.
Trabajar como un "contribuyente individual" en la era digital, ya sea como ingeniero, redactor, diseñador, analista de datos o comercial, implica saltar de una herramienta de gestión de proyectos a otra. La incorporación puede llevarle a innumerables invitaciones a colaborar desde Smartsheet, Notion, Udemy, ClickUp, Projectworks, Wrike hasta Height; la interminable lista continúa creciendo. El mercado está lleno de diversas aplicaciones propietarias que reivindican sus afirmaciones de maximizar la productividad, facilitar el flujo de trabajo y aumentar la agilidad. A través de múltiples transiciones entre funciones y equipos, finalmente amaneció la realización: ninguna herramienta de gestión de proyectos es un elixir mágico.
Cada herramienta de gestión de proyectos proviene de la antigua obsesión con la eficiencia en el lugar de trabajo. Desde la Segunda Revolución Industrial, el enfoque ha sido mejorar la productividad de la fuerza laboral.
En los años 1900, la gestión del lugar de trabajo se transformó en gestión de proyectos, impulsando la búsqueda de maximizar la prosperidad tanto para los empleadores como para los empleados. Los principios de la gestión de proyectos pasaron de los suelos de fabricación basados en maquinaria a los sofisticados lugares de trabajo digitales. La producción de fabricación era dictada por los horarios de los proyectos físicamente grabados en los gráficos. La conclusión del trabajo era mecánicamente lineal; cada parte se fabricaba independientemente del gráfico. Sin embargo, las prácticas de trabajo ricas en información de hoy desafían este método.
El manejo de proyectos en la actualidad involucra capas complejas más allá de la simple ejecución, extendiéndose a la retroalimentación, debates, etapas de aprobación, revisiones e interacciones con los interesados. Las herramientas centradas en la IA están empezando a reemplazar las estructuras tradicionales de gestión de proyectos, liberando valiosos capacitadores de la fuerza laboral. Esto minimiza la fricción, los obstáculos y los controles 'gerenciales' externos; los capataces evolucionan gradualmente hacia contribuyentes autogobernados.
A pesar de los cambios en la tecnología, ha habido una falta de mejoras significativas en la productividad en el lugar de trabajo. Los proyectos continúan siendo gestionados como entidades independientes en lugar de tareas dinámicas y colaborativas. Las opciones digitalizadas que miden la eficiencia efectiva están saturadas, distrayendo a los contribuyentes individuales, eclipsando sus roles primarios.
Entonces, ¿dónde reside la solución? Comienza con individuos poniéndose el sombrero de empresario y deshaciéndose de las etiquetas laborales tradicionales. El espacio de trabajo moderno gira en torno a toneladas de software, cada uno prometiendo productividad. Estos pueden facilitar la coordinación, pero no necesariamente ofrecen una mejor productividad, especialmente adaptada a las especificidades del trabajo. En lugar de una metodología lineal, de arriba hacia abajo, podría ser que el camino a seguir se centre en las habilidades y fortalezas individuales.
En resumen, trabajar eficientemente en el siglo XXI ya no significa adherirse a una escalera de tareas impulsada por una estructura empresarial compleja. El crecimiento profesional se alinea más con las elecciones personalizadas de lo que funciona mejor para cada individuo autónomo y emprendedor. Algunos pueden adaptarse mejor con la IA, mientras que otros pueden funcionar mejor sin ella. El software perfecto aún no existe, todos presumen de cierto grado de imperfección. A pesar de la revolución digital, la pérdida de eficiencia no puede erradicarse por completo, ya que los horarios y objetivos bien establecidos aún pueden quedarse cortos debido a la comunicación incompleta. Sin embargo, mantener una mentalidad emprendedora y explorar el poder de la digitalización podría alejarte de la rigidez de la vieja escuela y allanar gradualmente el camino para maximizar la producción con la mínima interrupción.