Uno de los resultados más distintivos de la crisis para el sector cultural es que redujo lo global para ajustarse a nuestras pantallas de ordenador y hizo que los eventos locales resonaran a nivel mundial. Lo digital o inmaterial se hizo tangible, sustituyendo lo que anteriormente disfrutábamos como físico y cercano.

Las crisis profundas y penetrantes como la provocada por Covid-19 cambian convicciones, invierten perspectivas y refuerzan las contradicciones que antes parecían ser manejables. La crisis está resurgiendo ansiedades en el sector cultural sobre el papel de la tecnología, la experiencia física de la cultura y la viabilidad de los modelos de financiación. Obligando a la adaptación a las exigencias del distanciamiento social, la crisis acelerará la digitalización del sector cultural, revisará los modelos de financiación, reducirá la dependencia de la presencia física y creará un impulso para la ampliación.  

Nuestras experiencias colectivas durante la crisis confirmaron que la cultura es indispensable en tiempos de adversidad, pero que es más frágil de lo que pensábamos. Las organizaciones de todo el mundo están enfrentando las mismas dificultades para mantenerse a flote mientras implementan regulaciones sanitarias, reorganizan eventos y reducen los déficits presupuestarios. La fuerte demanda de años recientes permitió que los museos aumentaran los precios de las entradas sin sufrir consecuencias. Esto ahora parece como un recuerdo lejano. En la nueva realidad, habrá menos visitantes, restricciones estrictas sobre su número y aprensión pública en cuanto a la seguridad o la necesidad de visitas. Esto obligará a las organizaciones culturales a reorganizarse y reducir su personal, adaptar sus modelos operativos a la menor demanda y buscar fuentes alternativas de financiamiento. Se espera que algunas organizaciones tengan que cesar sus operaciones o buscar asociaciones para sobrevivir.  

El final de lo físico vs. lo digital.

La crisis probablemente cambiará la perspectiva sobre la tecnología, ya que las organizaciones culturales se dan cuenta de que son vulnerables a interrupciones impredecibles en su modelo "físico". Esto incentivará las inversiones en tecnología y la cobertura del riesgo operacional mediante el desarrollo de capacidades digitales. Muchas instituciones culturales ya tenían proyectos en esta línea, pero la crisis reforzará su interés en el desarrollo de audiencias digitales. 

Las organizaciones tienden a preocuparse por diluir la experiencia de la asistencia física al ofrecer servicios digitales. Pero la crisis ayudará a superar su reticencia y a obligar a reconsiderar las relaciones entre lo material e inmaterial, lo digital y lo físico. A menudo se ven como categorías opuestas, pero también pueden ser complementarias. 

El contacto directo con una obra de arte es importante, y artistas y músicos en todos lados sienten la pérdida de proximidad con el público. Pero los últimos meses han demostrado que eventos en un tiempo y espacio específicos pueden ser experimentados emocionalmente por audiencias en otra zona horaria o espacio geográfico también. Mientras la crisis nos confinaba a nuestros apartamentos e impedía la interacción social, también ayudó a crear una comunidad global digital de consumidores culturales que veían las mismas presentaciones en línea y experimentaban emociones similares independientemente del espacio y a veces incluso del tiempo. Esta experiencia confirma que lo digital no necesariamente significa "menos". Múltiples cámaras y sonido de alta calidad están contribuyendo a una experiencia que se aproxima a la del evento "físico". 

De plataformas individuales a comunes.

Los patrones de consumo y producción cultural están evolucionando. A medida que avanza la tecnología, es inevitable que las plataformas digitales sean cada vez más importantes en el consumo de todas las formas culturales. El mercado del arte está liderando el camino, ya que estamos presenciando muchas nuevas iniciativas y plataformas digitales tratando de subvertir las restricciones físicas en la asistencia a galerías y espacios de subastas.

La aceleración de la digitalización de la cultura tendrá consecuencias de gran alcance, afectando a la organización del trabajo, la desigualdad social y la elección del consumidor. El sector cultural digital ya estaba muy poblado en el pasado por usuarios que les gustaba explorar a una escala más amplia que la que su teatro local o casa de ópera puede proporcionar. La crisis amplió considerablemente la audiencia digital, muchos de aquellos que vieron un ballet o una ópera en línea por primera vez pueden ser tentados a hacerlo con más regularidad.  

La monetización necesita una mayor calidad.

Nunca antes ha habido tanto contenido cultural gratuito disponible como hoy en día. Hay festivales de cine gratuitos, conciertos en línea de todo tipo y músicos aficionados transmitiendo al mundo. La magnitud misma de la exposición global al contenido cultural es sin precedentes, especialmente entre las partes menos privilegiadas de la población. Es intrigante especular sobre los efectos de la crisis en el consumo cultural. Su distribución probablemente no cambiará mucho, pero su apreciación por parte de la sociedad puede aumentar. Si el pastel está creciendo en tamaño, las porciones más pequeñas seguirían siendo más grandes que lo que solían ser en el pasado. 

La oferta digital en expansión mejorará la calidad de los productos y formatos culturales, ya que las instituciones de todo el mundo competirán entre sí para atraer suscriptores y audiencias digitales, y crear asociaciones con plataformas. Esto significa que las producciones de alta calidad serán cada vez más asequibles y accesibles. Gracias a lo digital, es más fácil que nunca disfrutar de actuaciones en diferentes géneros. Otra ventaja es que un evento se puede contextualizar para crear una experiencia digital única agregando materiales relevantes. El cliente tiene más poder sobre el contenido digital y las condiciones de su consumo.